La Maldición del Faraón es una creencia muy arraigada en la cultura popular, tanto de los propios egipcios como de los viajeros extranjeros que visitan el país, especialmente los del mundo anglosajón. Y por ello, puede que oigas hablar de ella durante tu viaje a Egipto. En este post te contamos brevemente en qué consiste y cuál es el origen de este mito.
Una creencia basada en la superstición
Aunque se ha popularizado como la Maldición del Faraón, en realidad no sólo se asocia a las tumbas de los faraones, sino en general de cualquier otra persona del Antiguo Egipto. Según se puede leer en las inscripciones jeroglíficas de algunos sarcófagos, se lanzaban advertencias a quienes osasen profanar dicha tumba y robar, dañar o molestar de alguna manera al propietario de dicha tumba, quien estaría observando todo desde el Más Allá. En esa advertencia se indicaba que les podría suceder algún episodio negativo o incluso la muerte, invocando a menudo a divinidades como Hemen, Sejmet o Thot.
Hay que recordar que el desciframiento de los jeroglíficos no tuvo lugar hasta 1822, por parte del francés Champollion. Pero antes de ese momento, ya existía la creencia de maldiciones ligadas al robo de momias o de objetos de tumbas. Por tanto, se puede decir que su origen tiene un carácter de superstición, que posteriormente se vio confirmado.
No obstante, pese a tratarse de una superstición, algunos científicos reputados prefieren no tentar a la suerte en este sentido. Así ocurre, por ejemplo, con el famoso arqueólogo Zadi Hawass, que asegura haber experimentado pesadillas ligadas a determinadas excavaciones de sarcófagos y, desde entonces, prefiere molestar lo menos posible a las momias.
Tutankamón lo aceleró todo
El hecho de que conozcamos esta creencia como la Maldición del Faraón se debe al descubrimiento de la tumba de Tutankamón, acontecida en 1922. Liderada por Howard Carter, en ese descubrimiento participó un equipo muy grande de arqueólogos y otros profesionales, hasta superar el medio centenar.
La prensa británica de aquel entonces, de dudoso rigor, y escritores de ciencia ficción posteriores alimentaron la creencia de que en los años posteriores, las personas que habían participado en el descubrimiento estaban siendo víctimas de la Maldición del Faraón, enfadado por la profanación de su tumba.
Según diferentes informaciones, algunos miembros de dicha expedición murieron en extrañas circunstancias, sin una explicación médica clara, o bien vieron acelerados algunos problemas de salud ya presentes hasta sufrir la muerte, como el mecenas que financió los trabajos: Lord Carnarvon. En cualquier caso, la gran mayoría del equipo de descubridores no experimentó ningún problema y el propio Carter murió casi dos décadas después.
Tampoco hay evidencias claras de que en la tumba de Tutankamón existiera alguna maldición específicamente escrita, aunque algunas informaciones hablan de un supuesto ostracon con dicha función.
Una maldición que se podría volver en contra
Por último, cabe decir que estas maldiciones son relativamente escasas en el Antiguo Egipto. Pese a que se conocen a fondo numerosísimas tumbas de faraones y otras personalidades de aquella sociedad, la inmensa mayoría carece de escritos con este fin. Entre otras razones porque, en aquella civilización, existía a su vez la creencia de que una maldición de ese tipo podría volverse en contra de su autor o del difunto asociada a ella.
Por ello, a día de hoy se han encontrado relativamente pocos ejemplos, como en la tumba de Antjifi, un nomarca de tiempos de la dinastía XI. En cualquier caso, algunas de ellas son realmente explícitas, como la siguiente, recogida por el mencionado Hawass en uno de sus libros en relación a los enterramientos del Valle de los Reyes de Luxor:
Malditos sean los que perturben el descanso de un Faraón. Los que rompan el sello de esta tumba encontrarán la muerte por una enfermedad que ningún médico puede diagnosticar